(...)
—Mírame —musitó Olan con voz suave, poniendo un dedo bajo la barbilla de ella—. Estoy aquí, mujer… Contigo.
Ammie sonrió y sus hermosos ojos color cian resplandecieron bajo la luz del fuego tratando de decir lo que sus labios no podían.
—Estoy aquí y no pienso volver a irme… —continuó y las férreas garras del lobo estrecharon el lazo alrededor de la cintura de ella para hacer que el espacio entre sus cuerpos desapareciera.
De nuevo, Ammie percibió su delicioso aliento a miel y el embriagador aroma almizclado que desprendía su piel mezclado con el calor de sus cuerpos. Una combinación que le colapsó los sentidos y la abandonó entre los brazos de aquel hombre.
Estaba a su merced.
Cazada y entre las fauces del lobo. Sin embargo, aun
cuando hubiera tenido la opción de huir; no lo hubiera hecho. Prefería estar
allí, sumergida en aquel mar, entre sus brazos y con el vaivén de los latidos golpeándole
las palmas como olas.
—Quédate… —susurró él, dejando caer la mano a lo largo de
la espalda de ella. Un extenso recorrido que hizo que las piernas de Ammie flaquearan,
y la cordura se desvaneciera con aquella caricia. Se llevó consigo la
desconfianza para dejar gratificantes escalofríos en su lugar.
Ammie estaba temblando, y
no hacía frío.
¿Cómo lo hacía?, se preguntó cuando la mano de Olan le acarició
la mejilla y sus rostros se quedaron a una escasa distancia el uno del otro. ¿Cómo…?
Sus alientos se entrelazaron e, instintivamente, Ammie
cerró los ojos y entreabrió los labios para dejarse morder. Para que Olan
tomara con libertad su boca y la calidez de aquellos labios la despojaran de
los prejuicios.
Y así lo hizo; sus besos la desnudaron. Eran cálidos, húmedos y
se deslizaron entre sus alientos como los secretos: en silencio y con un
pernicioso juego entre manos. La lengua
de Olan atrapó la suya con premura y exploró cada centímetro de su boca entre
beso y beso, sediento del calor de aquel genuino contacto.
Hambriento de ella.
Sin embargo, un instante después, lo perdió y entreabrió los párpados
de un suspiro al tiempo que una apacible sonrisa se dibujaba en el rostro de
Olan. Un cautivador gesto que le
rebotó en el corazón mientras entrelazaba las manos alrededor de su cuello y lo
instaba a perder el control sobre aquellas sensaciones que apenas pendían de un
hilo.
—Mía…—susurró él, entre mordisco y beso, y ella
flaqueó.
Olan sintió cómo Ammie se estremecía entre sus brazos y
la sostuvo con más fuerza, sin dejar de besarla, en un fútil intento de convertirse
en uno. De fundirse en ella mientras aquellos sedientos besos se tornaban cada
vez más exigentes y abrasadores, y aquel contacto más sublime y
arrebatador.
Alzó su pequeño cuerpo por los muslos y ella entrelazó instintivamente las piernas alrededor de su cintura, dejando expuesta parte de su
blanca y deliciosa piel. Necesitaba sentirla aún más cerca.
Piel contra piel.
Un contacto que les robo el aliento y, como si tratara de recupera el aire, Ammie
dejó de besarlo.
¡Olan quiso gruñir!
Ambos se miraron extasiados por el ansia, sin embargo,
Olan quiso maldecir al contemplar la desdeñable sombra de la duda nublando el enigmático
color ámbar de los ojos Ammie. Sus labios estaban enrojecidos por la pasión de
sus besos y su menudo cuerpo le palpitaba entre las palmas, aun así, estaba
recapacitando.
Pero si quería escapar de él; aquel era el momento,
pensó.
Un solo roce más, y
estaría perdida.
La devoraría…
(...)
(Fragmento
Capitulo 6 "El corazón del lobo negro")
Autora:
A.V.CARDENET
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