En ocasiones siento como si estuviera subida a un tren de
alta velocidad, con la mirada puesta en el paisaje que discurre al otro lado de
la ventanilla.
Siempre mirando al frente…
Sin embargo, en ocasiones me doy el placer de mirar atrás y,
ya sea por tristeza o vanidad, recuerdo a todos aquellos que se quedaron atrás.
Aquellos que se bajaron del tren y, simplemente, se marcharon.
Puedo ver como su figura empequeñece hasta que el horizonte
los engulle.
La imagen de algunos que amé y de otros que ya olvidé incluso
el nombre.
Menguaron dentro de mí, mientras yo continuaba mi camino.
Casi siempre mirando al frente…
Digo casi, ya que cada vez que miré atrás se hizo más difícil
devolver la mirada adonde debería estar.
Ojalá algunos volviesen.
Ojalá otros se marcharan de una vez…
Y pensando en ellos, permanezco sumida en un carrusel de emociones
que no tienen nombre.
Lo perdieron, o jamás se lo pusimos.
Aunque nunca es tarde para buscarles uno bonito mientras recuesto la cabeza sobre el cristal y recuento las muchas veces que dije “para siempre”
Lo perdieron, o jamás se lo pusimos.
Aunque nunca es tarde para buscarles uno bonito mientras recuesto la cabeza sobre el cristal y recuento las muchas veces que dije “para siempre”
Ahora parece tan poco tiempo…
Recuento las veces dije “no puedo”
Ahora parece tan posible…
Recuento los besos que regalé.
Ahora parecen tan pocos…
Recuento las veces que dije “lo siento”
y aún me asusto, son pocas. Muy pocas…
Entonces cierro los ojos, respiro hondo y, más dispuesta que
nunca a amar más, a odiar menos y a hacer posible lo imposible sin hacer daño a nadie, devuelvo la
mirada donde debería estar.
Al frente.
Sin miedos
Sin rencores
Sin rencores
De ese modo, dejé de considerar mi vida una carga muy pesada.
Aprendí a regalar más.
A cargar menos
Y a dejarlos ir…
Aprendí a decir adiós para poder continuar con mi viaje.
Extendí mi pañuelo blanco y los contemplé empequeñecer, llevándome el recuerdo de los mejores.
Solo de los mejores...
De los mejores años.
De los mejores días.
De los mejores instantes llenos de personas únicas que hicieron y harán de nuestra vida un viaje inolvidable.
Autora: A.V.Cardenet
Dedicado a los que han decidido abrir las ventanas de ese viejo tren y extender un pañuelo blanco.
A los que han aprendido mirar al frente.
A los que han aprendido mirar al frente.
A vivir sus días, llevándose lo mejor de la velada anterior y de las personas que tuvieron el placer de estar en ella.
Gracias por leerme
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Mil abrazos.
Hola Angie!
ResponderEliminarSiempre hacía adelante ,me encanta leerte preciosa y si son esos instantes bellos ,recuerdalos, besitosss
Gracias, princesa. Tu comentario me ha alegrado el día :)
ResponderEliminarBesos <3